El Papa se reúne con inmigrantes “sin papeles”
8 julio, 2013 @ 10:33
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Francisco: “¿Quién de nosotros ha llorado por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos sobre las barcas? Estamos anestesiados ante el dolor de los demás”.
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Miles de inmigrantes africanos y asiáticos irregulares llegan a la isla italiana todos los años
Una corona de flores arrojada el mar de los
naufragios. Una misa de penitencia sobre los restos de una patera. Unas palabras
de perdón frente a algunos de los inmigrantes
africanos -en su mayoría menores de edad- que desde hace años llegan o se
ahogan frente a la pequeña isla de Lampedusa, situada a 205 kilómetros de Sicilia y a solo 113
de las costas de África. El papa Francisco ha
querido que su primer viaje oficial fuera del Vaticano
sea coherente con sus palabras y ha viajado a “la periferia”, a la intersección
dramática entre quienes tienen de todo -los turistas que llegan a la preciosa
isla del Mediterráneo para pasar sus vacaciones- y quienes se echan al mar
apostando lo único que tienen, su vida: ”La ilusión por lo insignificante, por
lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la
globalización de la indiferencia”.
En una breve pero contundente homilía, el papa
Francisco se ha preguntado hasta qué punto los dramas de la inmigración le
afectan a “una sociedad anestesiada”, acostumbrada al sufrimiento de los demás:
“¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas, de
todos aquellos que viajaban sobre las barcas, por las jóvenes madres que
llevaban a sus hijos, por estos hombres que buscaban cualquier cosa para
mantener a sus familias? Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del
llanto”. Y, por eso, ha terminado el sermón pidiendo perdón a Dios: “Te pedimos
por tanta indiferencia hacia los demás, por quien se ha acomodado, por quien se
ha encerrado en el propio bienestar. Te pedimos ayuda para llorar por nuestra
indiferencia, por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros y en todos
aquellos que desde el anonimato toman decisiones socio-económicas que abren la
vía a dramas como estos”.
Desde hace años, las autoridades civiles y
religiosas de Lampedusa reclaman atención sobre un drama que, de tan repetido,
ya apenas merece unas líneas en los periódicos o unos minutos en la televisión.
Solo cuando la situación es explosiva -aquellas
noches de julio de 2011 donde miles de africanos desembarcaron en la isla-
retorna la mirada hacia las cifras de espanto. Se calcula que desde 1990 han
perdido la vida 8.000 personas en el Canal de Sicilia. De ellos, 2.700 durante
2011, coincidiendo con el conflicto
de Libia. Ante la falta de reacción de las autoridades italianas y europeas,
la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, envió el pasado mes de febrero una
carta a la Unión Europea
(UE) en la que se preguntaba: “¿Cuán grande tiene que ser el cementerio de mi
isla?”
Desde el pasado mes de mayo, contaba la
alcaldesa, “ya me han entregado 21 cadáveres de personas que se ahogaron
intentando llegar a Lampedusa. Es algo insoportable para mí y un enorme peso de
dolor para la isla. El ayuntamiento no tiene más espacio para enterrarles. No
logro entender cómo esta tragedia puede seguir siendo considerada algo normal”.
En parecidos términos se dirigió el párroco de Lampedusa, Stefano Nastasi, a
Jorge Mario Bergoglio en cuanto fue elegido Papa, invitándolo a viajar a la
isla, de apenas 5.000 habitantes, para que conociera de cerca el drama.
Francisco, que solo permanecerá tres horas en la
isla, ha querido que su viaje sea lo más austero posible, sin caravanas de
autoridades ni despliegues de seguridad. La llegada de Francisco ha coincidido
con la de una barcaza con otros 166 inmigrantes. (Tomado de El País)
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